27 de noviembre de 2011

La gulpa de la chulapa


-¿Entonces sabe ya lo que le pasa a mi coche?
-Es muy simple. Su coche tiene rota la gulpa de la chulapa.
-¿La gulpa de la chulapa? No lo había oído nunca. ¿Eso donde está?
-No es una pieza muy conocida. Está situada entre el sobreguyador y el cable de la platina.
-Ya. ¿Y se puede arreglar?
-Eso es decisión suya.
-¿Mía? Pues no sé. ¿Usted qué haría?
-Eso no se lo puedo decir. La decisión debe ser suya. Es lo que se llama "Principio de Autonomía".
-¿Qué pasa si no la arreglo?
-Allá usted.
-¿Puedo tener un accidente?
-Hombre, yo no sé qué le va a pasar en el futuro. Pero podría tener un accidente con la gulpa de la chulapa rota, sí.
-Entonces creo que prefiero arreglarla.
-¿Está seguro?
-Pues...
-Entonces firme este largo papel lleno de tecnicismos mecánicos incomprensibles.
-Perdone, aquí dice que...
-¿Sí?
-Que durante la reparación usted puede usted dañar el motor y dejarlo inservible.
-Es cierto, eso puede ocurrir.
-Pero, ¿es frecuente?
-Bueno, ocurre una vez de cada diez millones de veces. Pero tiene que saber que le puede pasar.
-Y si me pasa, ¿tendría solución?
-No. Si le pasa, tiene que cambiar de coche.
-Y también dice aquí que, si usted se equivoca cambiando la gulpa de la chulapa, el coche podría fallar en cualquier momento y causarme un accidente mortal.
-Eso sería muy raro.
-¿Ha ocurrido alguna vez?
-Que yo sepa no. Pero tiene usted que firmar que yo le he advertido de esto.
-Pero yo sólo venía a revisar el coche y usted me tiene que hacer una reparación sencilla. Ahora salgo lleno de miedo.

¿Les resulta familiar la situación? Tardes maravillosas con Juanlu y Laura, con quienes siempre se puede hablar de cuando los intocables Principio de Autonomía y Consentimiento Informado se vuelven absurdos.

23 de noviembre de 2011

El país de los analfabetos


Hace un año que me contaron por primera vez las ventajas de ser analfabeto.

Todo ocurrió cuando comenté que me había tocado formar parte de mesa electoral por segunda vez; en ese momento, me dijeron que me había equivocado al rellenar mis datos en el Censo; que hay que indicar que uno no tiene estudios y que es analfabeto para librarse de las mesas electorales y de los jurados populares.

Cuando este año se me asignó una mesa electoral por tercera vez, fui motivo de risas de muchos de mis conocidos. Curiosamente, esta vez fueron tres personas las que me indicaron que cambiara a analfabeto mi nivel de estudio y argumentando que dicha condición adolecía de las ventajas antes mencionadas.

La cita a la mesa electoral es siempre a las ocho de la mañana de un domingo. Allí nos reunimos vecinos que nunca nos hemos visto las caras e, invariablemente en mi experiencia, los titulares de las mesas siempre intentan convencer a sus suplentes de que sean los suplentes los que constituyan la mesa, argumentando que su vida personal está llena de contrariedades y que les viene realmente mal invertir su tiempo en una mesa electoral durante todo un domingo.

Otra estratagema de los titulares de la mesa es llegar tarde a la misma. Esto también ocurre todos los años. A las ocho y media hay que constituir la mesa y, si el titular no se ha presentado, la mesa debe ser constituída por los suplentes. A las nueve menos algo llega el titular, que se disculpa por haberse quedado dormido y por la faena que le ha hecho a su suplente. Sin embargo, sabe que como la mesa ya ha sido constituída, el titular ya no puede formar parte de la misma y que puede disfrutar de su domingo sin que vaya a sufrir reprimenda alguna.

Ésa es la motivación por la democracia del electorado español en 2011: siempre hay licenciados que se declaran analfabetos, mentirosos que intentan evitar sus responabilidades y personas que se retrasan conscientemente. Yo cada día me pregunto más si democráticamente hablando no somos realmente un país de analfabetos.

Foto: Cartel electoral en Berlín, cuyo lema me resultó llamativo: "Nosotros hacemos las preguntas; vosotros hacéis las respuestas".

19 de noviembre de 2011

Las preguntas de las farmacéuticas detrás de la puerta


El pasado jueves tuve el honor de ser invitado como ponente al evento Ideágoras organizado en el Centro de Innovación del BBVA en Madrid. Ángel y Cindy, sus organizadores, me sugirieron que el tema de mi ponencia fuera el uso de las nuevas herramientas de comunicación por parte de los médicos del año 2011 y, en concreto, centrándome en las opiniones que generamos en la web los médicos que tenemos un punto de vista crítico con el modelo actual de relación con la industria farmacéutica.

Me armé de valor y me planté en Madrid, ante un público diverso pero con un amplio porcentaje de representantes de comunicación de industrias farmacéuticas a nivel nacional a comentar mi visión y análisis de las comunidades de médicos que se han creado en los últimos años y cómo generan (¿generamos?) opinión.

Reconozco que estaba intranquilo. Me sentía como en ese famoso juego de cartas en el que uno debe abrir una puerta tras la cual existe un monstruo sorpresa que le puede herir o incluso matar y que desconoce si con esta actitud obtendrá algún beneficio o acabará mucho peor de lo que comenzó.

Y hablé de los blogs críticos con las farmacéuticas, de los libros que cuentan temibles historias reales sobre ellas, de las comunidades de Facebook, de las listas de correo electrónico y (quizás esto fue lo que más llamó la atención) de la difusión inmediata que adquieren en las comunidades de médicos críticos las prácticas de moralidad dudosa de la industria farmacéutica, poniendo por ejemplo el caso del amlodipino sublingual que el pasado lunes fue sacada a la luz en el blog de la Unidad Docente de Medicina Familiar y Comunitaria de Sevilla.

Una vez acabada mi presentación, quedé expuesto a las preguntas. Muchas de ellas vinieron de los representantes de las farmacéuticas y paso a transcribirlas como mi memoria mejor me permite.

Pregunta: Usted ha comentado estar en contra de que la formación médica dependa de la industria farmacéutica; sin embargo, la mayoría de las sociedades médicas españolas aceptan financiación de las mismas. ¿Cuál es su opinión respecto a esta situación?
Respuesta: Bajo mi punto de visa, la formación médica no debería depender en ningún caso de la industria farmacéutica y las sociedades médicas no deberían ser financiadas. Yo pertenezco a varias sociedades que son financiadas. Acepto las reglas del juego porque soy consciente de que mi opinión no es mayoritaria y porque, para determinadas circunstancias profesionales, necesito estar asociado. Sin embargo, esto no impide que pueda tener una opinión crítica con el sistema, ni tampoco anula mi derecho a expresar públicamente mi opinión.

Pregunta: Usted ve mal que una compañía farmacéutica invierta sus beneficios en la formación del personal médico. ¿Cuál es su opinión acerca de los incentivos económicos que el sistema sanitario público concede a sus facultativos cuando prescriben fármacos genéricos? Parece que el médico obtiene beneficios en formación cuando receta un medicamento comercial y beneficios económicos cuando receta un medicamento genérico. ¿Le resulta ética ésta situación?
Respuesta: Creo que cualquier tipo de incentivo económico al personal médico acaba siendo tarde o temprano contraproducente. El colectivo profesional de los sanitarios es uno de los más vocacionales que existen. Quizás las personas encargadas de decidir si su colectivo necesita ser incentivado económicamente deberían plantearse primero por qué lo necesita, en qué momento el colectivo perdió su vocación profesional y por qué (puede consultarse más acerca de mi opinión sobre incentivos profesionales en este post de este mismo blog).

Pregunta: Uno de los ejemplos que ha puesto, ha hablado acerca de un blog que comenta que en su centro de salud se recibió una oferta por parte de representantes farmacéuticos que concedían al centro de salud el 5% de las ganancias que obtuvieran en las oficinas de farmacia locales por la prescripción de amlodipino sublingual. Dudo de la veracidad de esta información. Me resulta inadmisible que un representante farmacéutico actúe de ese modo; si formara parte de mi empresa, este hecho podría costarle su empleo.
Respuesta: Un blog no es un sólo artículo, sino que tiene una trayectoria y su autor una reputación que genera en sus lectores a lo largo del tiempo. Yo no puedo asegurar si este hecho fue cierto o no; tengo que limitarme a creerlo o a no creerlo. Personalmente, conociendo a su autor, yo lo creo. Por ejemplo, porque compartir esta información le puede costar muchos dolores de cabeza y escasos beneficios. Si usted se está sorprendiendo ahora mismo de que estas herramientas poseen una gran capacidad de difusión de información no contrastada y el peligro que esto supone, entonces ha comprendido lo que le quería transmitir.

Pregunta: La industria farmacéutica patrocina la mayoría de los congresos médicos de este país. Con las nuevas herramientas de comunicación, ¿cree usted que los congresos médicos siguen siendo necesarios?
Respuesta: Los congresos médicos presenciales independientes y sin financiación son posibles y cada vez se realizan más. También es posible realizar congresos on-line independientes y trasladar al formato digital conferencias, ponencias y mesas redondas. A pesar de esto, yo creo en la importancia del pasillo del congreso, lugar donde nacen proyectos, negocios y debates extraoficiales de gran interés. No conozco herramientas a día de hoy capaces de sustituir el pasillo.

El evento terminó y yo volví a Sevilla. Parece que conseguí enfrentarme exitosamente al monstruo que se escondía detrás de la puerta y crear una conversación entre médicos y compañías farmacéuticas (y no morir en el intento). Contento por mi actuación, decidí que aquel era el momento más apropiado para hacer eso que llevaba teniendo ganas de hacer varias semanas: me desvié un poco de mi camino a Atocha para entrar en esa tienda de Malasaña a la que siempre voy en mis viajes a Madrid y, para aprender a enfrentarme a presuntos monstruos que se esconden tras puertas, me compré mi primer Munchkin.

13 de noviembre de 2011

Suicidio en el hospital líquido


El hielo se funde y pasa de sólido a líquido; afortunadamente, para que un hospital pase de sólido a líquido no hace falta fundirlo. Tan sólo hace falta que su presencia "fluya" a través de redes sociales y medios electrónicos de comunicación. Eso lo transforma en un "hospital 2.0" o en un "H 2.0"; en agua que se expande.

Aunque el concepto de hospital líquido ha sido debatido, alabado y criticado en la Blogosfera Sanitaria, el pasado jueves tuve la oportunidad de conocer en Barcelona a Jorge Juan Fernández y a Julia Cutillas, responsables del primer hospital líquido de España: el Sant Joan de Déu de Barcelona.

Tal y cómo aprendí de ellos, organizar la presencia digital de un hospital y gestionar su reputación es una tarea difícil y que requiere una constancia diaria. No sólo se trata de monitorizar el nombre de tu centro sanitario en internet; sino de controlar la aparición en los medios de tus profesionales y de responder los comentarios de los usuarios en tu página web.

Sin embargo, la realización de estas tareas propias de un community manager tiene ciertas peculiaridades cuando se trata de un centro sanitario. Así, uno de los asistentes propuso un supuesto clínico que le puede ocurrir a un hospital líquido:

"Imaginen que un viernes, a última hora de la tarde, un paciente se pone en contacto con su hospital a través de su página web, fuera del horario laboral de su community manager. El paciente comunica su deseo de suicidarse inminentemente y proporciona una dirección para que acudan a ayudarlo. El mensaje del paciente es leído por el community manager el lunes a primera hora y, cuando los servicios de urgencia llegan a la dirección indicada, el paciente ha fallecido. ¿Qué tipo de responsabilidad pesa sobre el hospital en este caso?"

La aplicación de las nuevas tecnologías siempre origina cuestiones como éstas, que no son fáciles de responder. Bajo su punto de vista, ¿tendría responsabilidad el hospital sobre la muerte de este paciente?

8 de noviembre de 2011

Sin galletas


-Pero no me gusta. No me gusta porque dice que ya no le quiere, pero en realidad sí que le quiere. Aún no se ha olvidado de ella. Cuando dice:

"No sé si sabes / que ya no te quiero / que ni siquiera te echo de menos."

-¡Si eso es lo bueno! ¡Claro que aún no la ha olvidado! ¡Y no la olvidará nunca! Por eso la canción es genial.

Joaquín y Pilar tenían razón. Nadie como La Casa Azul para hacernos recordar que en este juego del amor, todos somos iguales, todos hemos sido alguna vez víctimas y verdugos y esos sentimientos que nos hacen sentir especiales son en realidad terriblemente vulgares.

Yo sé que lograré ser invencible y que haré cosas increíbles; seré casi-casi Ultramán. Y me imagino que hoy vendrás sin avisar sé muy bien que te gusta hacerte de rogar. Tengo tantas ganas de hablarte de los discos de mi colección. Pero tú tienes novio, siempre me pasa igual: me enamoro de ti cuando de él tú lo estás. Guardo en mi corazón una gran obra de Ingeniería; una colosal creación que llevo alzando toda mi vida. ¿Por qué prefieres a los chicos malos? ¿Qué quieres que te diga? ¿Que el tiempo va a mejorar? ¿Que el Gobierno está fatal? ¿Que el Barça ha vuelto a fichar? ¿Qué quieres que te diga? ¿Que sin ti no puedo más? Hay que ver cómo mi amor se desvanece en el colchón; no me viene a la memoria cuándo pudo ser peor. No puede ser: no me digas que al final me echas de menos.

Foto: Sin galletas.

5 de noviembre de 2011

Los prisioneros


Me desperté en un viejo sofá de los años sesenta sin recordar cómo había llegado hasta allí.

-¿Dónde estoy? -pregunté.
-En La Villa -respondió una voz cuyo origen fui incapaz de localizar.
-¿Qué quieren de mí?
-Información.
-¿De qué partido político, servicio de salud, sindicato, empresa farmacéutica o grupo de social media son ustedes?
-Eso no puedo decírselo. Queremos información. ¡Información! ¡INFORMACIÓN!
-No la tendrán. ¿Por qué no la buscan en Internet?
-De algún modo la tendremos.
-¿Quién es usted?
-El nuevo Número 2.
-¿Quién es el Número 1?
-Usted es el Número 6.
-¡No soy un número! ¡Soy un hombre libre!

Sonaron unas carcajadas terribles y salí a una calle llena de personas sonrientes, tomando café en veladores, realizando despreocupadas sus compras yendo de una tienda a otra, paseando sin rumbo fijo. Y fue precisamente entonces, en aquella tarde de sábado de campaña electoral, previa a unas elecciones democráticas en las que había tanto en juego, cuando comprendí el delicioso paralelismo que guarda la serie de ciencia ficción "El Prisionero" con la sociedad actual.

Y, créanselo o no, porque es verdad. Mientras que iba enfrascado en mis pensamientos, se me apareció un pequeño pero temible Rover que se puso a perseguirme por el adoquinado de la calle Feria. Les doy mi palabra y una foto de él, que vale más que mil de ellas.